Escribe: Jorge Herrera
El purgatorio
Alguna vez conocí el contenido de lo sublime, de aquello que se dice bello, no pude contenerme y lo consumí todo, no supe detenerme y sumergí mi espíritu en ello hasta confundir mi propia esencia, no pude distinguir entre aquello que nunca fui y aquello que prometí ser; nunca entendí que sólo se vive cuando se es ajeno a eso que se nos presenta como hermoso.
Mi triste caminar no bastó para detener la consecuencia, para detener el porvenir, ese ente siempre ajeno a los deseos contenidos en la vida, y en este caso, en mi vida. Me concentré en comprender los contenidos, y no me di cuenta de que el recorrido de la verdad sólo está en las formas. Comencé por tratar de pensarme a mí sin aquello que me compone o que me componía y ahora me encuentro en el espacio determinado por la ausencia de verdad, de sentimiento; lo que tengo ahora es vacío, no puedo sentir más, solo sé que mi mortalidad me ha trascendido, y ahora me encuentro en la esfera perfectamente trazada por la cotidiana purga de mis errores, de mis excesos.
Sólo puedo decir que si hice lo que hice fue solo por impaciencia, acaso también por temor, pero nunca motivado por maldad alguna, por eso pertenezco a este lugar, a esta perfecta esfera, en donde al paso de la eternidad le sigue mi vacío de existencia, en este lugar no existe el arrepentimiento, ni tampoco el castigo, sólo reina la ausencia, ausencia de moral, de sufrimiento, de felicidad, sólo existe la total y completa falta de movimiento.
En este lugar solamente puedo pensar aquello que es efímero, resbaladizo y al verte aquí comprendo una parte del final, de ese proceso contradictorio que da forma a nuestra culpa. Te doy la bienvenida a ti, que sé que tu confianza te condujo a este lugar. Y comienzo por decirte que no todo tiene un principio, las cosas que denominamos reales sólo son aquellas que siempre estuvieron ahí, y su color es negro, como negra es la realidad, porque todo lo que podemos ver al cerrar los ojos es negro.