Escribe: Germán Cejudo
Si pudiera ser otro animal me gustaría ser tú, pero a decir verdad, aunque a ti la gente no te huye, no somos tan distintos. Somos vecinos pero no hablamos, porque no hablas, porque no hablo.
Yo no escondo más misterios que los que la gente me inventa, pero tú, tan silenciosa, de ojos tristes, de rictus triste, te inventas uno cada día. Aunque tú no lo sabes te he visto contemplar el abismo, sentada en el piso enfocas tu mirada hacia algo tan lejano como la felicidad. Alcanzas el cielo pero regresas rápido y me traes un par de recuerdos.
Eres la única que lame mis lágrimas y no intentas consolarme porque sabes que no existe consuelo. Me llevas enfrente de un espejo y, no conscientes de nosotros mismos, miramos a través de él pensando que hay alguien más ahí.
Tú y yo cavamos en el suelo, haciendo hoyos tratamos de buscar un pedazo de infierno, pues creemos que para vivir hay que conocer las profundidades de lo oscuro.
En la ausencia de libertad, presos de melancolía, brindamos al mismo tiempo. Tú bebes de tu sucio cacharro con agua y yo de éste estúpido vaso de alcohol y mediocridad.
Valoro tu silencio tanto como valoras el mío, entiendo tu tristeza como tú entiendes la mía. Cuando llega la tormenta y temerosos nos miramos uno al otro yo te ladro y tú me ves, piensas que si pudieras ser otro animal te gustaría ser yo.
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